A falta de actualización de los datos del regulador sectorial, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la única fuente al día sobre la formación de los precios de la gasolina y el diésel proviene de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP). Según los números de la patronal de estaciones de servicio, en enero el 49% de lo que se pagaba por cada litro de gasolina en España eran impuestos, el 35% eran costes al por mayor (precio del crudo en origen y refino) y el 16%, márgenes y costes de distribución. En el caso del diésel, estas cifras eran del 45%, el 40% y el 15%, respectivamente.

Aunque sus guarismos no están actualizados, ni siquiera a cierre del año pasado, la serie estadística de la CNMC apunta a un incremento del margen bruto de las empresas que comercializan el carburante en los últimos años. En ese concepto, en la que están incluidos tanto la ganancia neta de las gasolineras como los costes de operación de las estaciones de servicio y las obligaciones normativas —el fondo de eficiencia y el biodiésel—, pasó del 11% al 21% entre 2013 y 2020 en el caso de la gasolina. Y del 12% al 22% en el del gasóleo.

Mayores gravámenes

A diferencia de en septiembre de 2012, cuando el crudo Brent —el de referencia en el continente europeo— rondaba los 120 dólares por barril, hoy supera por poco los 90. ¿Por qué, entonces, es más cara la gasolina? Con los datos de la CNMC en la mano, la evidencia parece apuntar a un incremento de los márgenes de los distribuidores. Sin embargo, la patronal del sector niega la mayor: según sus cálculos, que sustentan en un informe reciente de la consultora PwC, su beneficio es de solo el 2% de lo que se paga en el surtidor.

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