La buena noticia de esta historia sobre el aire que respiramos es que por primera vez desde que entraron en vigor en 2010 los límites de concentración de dióxido de nitrógeno (NO₂) —un dañino contaminante— todas las ciudades españolas han cumplido esos topes. Lo mismo ocurrió con las partículas PM₂,₅ y PM₁₀. Trece años ha tardado el país en cumplir aquella directiva de calidad del aire. La mala noticia es que esos límites se han quedado ya “obsoletos”, como señala la organización Ecologistas en Acción. Porque las instituciones europeas se han comprometido ya a endurecerlos con la vista puesta en 2030 y tras las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De estar en vigor ya los nuevos topes europeos, el incumplimiento de las urbes españolas sería masivo.

Ecologistas en Acción ha advertido este miércoles, además, de la falta de medidas para bajar la concentración en el aire de los principales contaminantes, responsables en 2021 de 21.000 muertes en España —13 veces más que los accidentes de tráfico—, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.

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