El cierre de la planta de Ratcliffe-on-Soar (centro de Inglaterra), que empezó a operar en 1968 con cuatro calentadores y una chimenea de 199 metros, supone un punto de inflexión en la trayectoria de un país que desde 1882 fue símbolo de la energía obtenida por el carbón.

El Reino Unido se convierte de esta forma en la primera de las economías del G7 que elimina por completo el carbón de su generación eléctrica.

Muchos de los 170 empleados seguirán contratados para llevar a cabo en los próximos dos años el proceso de desmantelamiento de la infraestructura, según las autoridades.

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