La economía del hidrógeno suele asociarse a un sector en alza que ayudará a reducir el consumo de energía y las emisiones contaminantes, al tiempo que impulsará el crecimiento económico, creando nuevos puestos de trabajo. La economía del hidrógeno como energía comercializable puede suponer una fracción significativa de la energía y servicios de cualquier país. Esta visión pasa a ser una realidad si el hidrógeno puede producirse a escala interna (como energía doméstica) y de una forma sostenible. Las tecnologías libres de fuel pasarán a ser más significativas conforme se incorporen automóviles libres de fuel, ganando cuota de mercado y además, pasando a competir con otras energías y medios de transporte tradicionales. De esta manera, todo el mundo podría beneficiarse de una menor dependencia del petróleo y el carbón como principales fuentes de energía, reduciendo de forma simultánea las emisiones de efecto invernadero. De cualquier modo, antes de que esta transición energética tenga lugar en la práctica deberán superarse barreras técnicas, sociales y políticas.

Conviene tener en cuenta que el hidrógeno es una energía con nivel de almacenamiento medio, o lo que es lo mismo, es una energía puente, no una fuente primaria de energía. Tiene potencial de uso como combustible en numerosas aplicaciones, incluyendo la generación de energía o como medio de transporte. Es combustible y puede ser usado en motores de combustión interna para generar energía eléctrica o mecánica. En este último caso, la eficiencia energética global en los motores de combustión interna es mayor que si operáramos con combustibles convencionales como el diésel o la gasolina.

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