Los arquitectos del mundo postpandemia dibujan una reconstrucción verde, de molinos movidos por el viento, paneles capturando energía del sol, y coches circulando gracias a la energía eléctrica. China, EE UU y la UE, las tres superpotencias, y a la vez, los mayores contaminantes del planeta, están alineadas para rebajar las emisiones al mínimo en las próximas décadas. El declive del petróleo lleva tiempo anunciándose. Y sin embargo, cuando la luz empieza a asomar al final del túnel pandémico gracias a las vacunas, su precio ha experimentado una remontada espectacular, revalorizándose más de un 40% en los últimos seis meses, lo que ha llevado el barril de Brent y el West Texas por encima de los 60 dólares, su nivel más alto desde enero de 2020, que convierte en rentable cualquier yacimiento.

¿Por qué sube la cotización de uno de los activos más denostados? Los expertos consultados citan una riada de factores: los recortes sustanciales de oferta de los países productores, especialmente la decisión de Arabia Saudí de reducir sus bombeos en un millón de barriles diarios en febrero y marzo, está ayudando a reequilibrar el mercado y sostener los precios; el creciente optimismo sobre la recuperación económica mundial anticipa un aumento de la demanda de petróleo que ya es un hecho en los gigantes asiáticos China e India; los inversores que apuestan por un regreso de la inflación se han refugiado en las materias primas; el dólar se mantiene débil; y la insólita helada que asola el centro y sur de Estados Unidos se ha cebado con Texas, estado petrolero por excelencia, provocando apagones y entorpeciendo el suministro.

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