Termómetros de la vuelta a la «nueva normalidad», en estas primeras jornadas de la fase 0 de la desescalada, las gasolineras apenas han percibido ningún cambio. Tras extremar las medidas de seguridad contra el Covid-19, arrastran pérdidas desde hace dos meses, con una demanda prácticamente inexistente que sigue sin remontar.

«Éramos un servicio de primera necesidad, pero no teníamos a quién servir», esgrime el secretario general de la Asociación de Empresarios de Estaciones de Servicio de la Comunidad de Madrid (Aeescam), Víctor García. Unos días después del decreto del estado de alarma, la patronal madrileña solicitó a las administraciones que establecieran unos servicios mínimos para el sector, dada la escasa circulación. Si bien este diario trasladó que la petición seguía sin obtener respuesta, lo cierto es que el pasado 9 de abril se publicaron los servicios mínimos en el BOE (Boletín Oficial del Estado). «Seguimos negociando con las administraciones para ir adaptando los servicios mínimos», puntualiza García.

En las últimas semanas, la facturación se ha derrumbado hasta un 80 por ciento en las estaciones de carreteras y ciudades; en las zonas rurales, la caída alcanza el 95 por ciento. No obstante, como señala García, las únicas que han cerrado pertenecen a pequeñas poblaciones. La gran mayoría de las alrededor de 650 gasolineras de la región no han parado, si bien muchas han reducido los horarios y el número de manos.

«Éramos un servicio de primera necesidad, pero no teníamos a quién servir», esgrime el secretario general de la Asociación de Empresarios de Estaciones de Servicio de la Comunidad de Madrid (Aeescam), Víctor García

«Hace ya una semana que volvemos a atender en el interior», cuentan en la enorme estación 24 horas de Cepsa, en el Campo de las Naciones, que desemboca al noreste de la M-40. Tras el estallido de la pandemia, la Unidad Militar de Emergencias (UME) desinfectó sus instalaciones; la limpieza corre ahora a cargo de la decena de empleados que conservan su puesto. «De 19, nueve siguen con un ERTE», dice el encargado, protegido con una mascarilla y tras una mampara de plástico. Varias señales en el suelo obligan a una distancia mínima de seguridad de dos metros en el interior del local, con un aforo máximo de tres personas. Como el resto de servicios que no han parado desde el 14 de marzo, las gasolineras han tenido que protegerse por sus propios medios. «Nadie nos ha dado nada», confirma García. Por su parte, Aeescam ha invertido 60.000 euros en material de protección, adquirido en China, como mascarillas, guantes y gel hidroalcóholico. «Ha sido sobre la marcha y seguimos improvisando», se resigna.

Aunque el tráfico todavía no acompañe, ni siquiera tras la caída, en las últimas semanas, del precio del carburante, algunas gasolineras sí que tratan de recuperar la actividad. «Hace dos semanas volvimos al horario normal, de ocho horas», asegura una empleada en un pequeño puesto en plena calle de Alcalá. En otra estación, en la esquina de José del Hierro con Arturo Soria, Daniel se reincorporó ayer mismo, tras 40 días de baja. Ha sido uno de los afortunados de una plantilla de ocho empleados, donde la mitad se vio afectada por un ERTE. Y más afortunado aún por haber superado el coronavirus. «En las horas muertas [que no son pocas] limpiamos los surtidores», comenta. Algunas cosas sí han cambiado: hace dos días abrieron el túnel de autolavado, que ya ha recibido varios clientes, y vuelven a ofrecer café de máquina.

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