Los e-combustibles fabricados a partir de hidrógeno y dióxido de carbono (CO2) capturado mediante el proceso de conversión de energía en líquidos (PtL) pueden presumir de unas emisiones extremadamente bajas en comparación con los combustibles fósiles a los que sustituyen, dependiendo de la fuente de carbono. Además, los e-combustibles no se enfrentan a los mismos retos que los biocombustibles en cuanto a disponibilidad y sostenibilidad de las materias primas de biomasa.

En consecuencia, los sectores del transporte difíciles de abandonar, como el marítimo y el aéreo, están buscando en los e-combustibles una ayuda para su descarbonización. La vía del PtL se expandirá rápidamente en la década de 2020, pasando de un puñado de plantas piloto en 2024 a una capacidad mundial potencial de más de 4.000 millones de litros al año en 2030.

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