Los últimos tiempos están siendo tremendamente convulsos, empezando por el inesperado COVID-19 y acabando por la injustificable invasión de Ucrania. Muchas son las lecciones que tenemos que aprender de estas experiencias y espero que los que están llamados a dirigir nuestro país y los países de nuestro entorno hayan tomado buena nota.

A mi entender una de las más evidentes es que no se puede depender de terceros para cubrir las necesidades más elementales. Lo sufrimos con las mascarillas y lo estamos sufriendo ahora con el gas y el petróleo.

Si bien en lo referente a la generación de energía eléctrica las renovables nos pueden dar un cierto alivio, aunque no van a poder significar el total de la electricidad que vamos a necesitar, la dependencia del exterior en cuanto al petróleo es total. Y no nos engañemos, nos van a hacer falta carburantes para vehículos de combustión durante muchos años aún.

Parece que no hay solución posible ya que por mucho que queramos no hay petróleo en nuestro territorio. Sin embargo, sí que hay alternativas y además no son tan difíciles de implementar. España tiene una capacidad de refino de las más importantes de Europa y esas refinerías que hoy producen combustibles de origen fósil, como la gasolina o el gasóleo, pueden producir también ecocombustibles de origen no fósil que se pueden utilizar prácticamente en todos los vehículos que hoy circulan por nuestras calles y carreteras.

Los ecocombustibles son combustibles líquidos neutros o bajos en emisiones de CO2 producidos a partir de residuos urbanos, agrícolas o forestales, desde plásticos a aceites usados. No se fabrican con petróleo.

Hoy en día cuando repostamos nuestro vehículo en una gasolinera, ya estamos introduciendo un 10 % de estos productos en nuestros depósitos, aunque no seamos conscientes de ello, y por cada punto porcentual que aumentemos conseguiríamos un ahorro de 800.000 toneladas al año de emisiones de CO2. No hace falta que cambiemos de coche ni que invirtamos ingentes cantidades de dinero en crear redes logísticas nuevas, ya sirve el que tenemos y las estaciones de servicio a las que acudimos habitualmente.

El desarrollo del vehículo eléctrico es importante y, por supuesto, tendrá un sitio fundamental en el futuro de la movilidad, pero no puede ser la única alternativa. En primer lugar, porque la realidad nos está demostrando que por mucho que se insista, los ciudadanos eligen sus prioridades y, por ahora, una de ellas no parece ser gastarse una importante cantidad de dinero en un automóvil que les da menos prestaciones que el que tienen actualmente. Por otra parte, la electrificación no va a ser posible en sectores como la aviación, el transporte marítimo o el transporte pesado por carretera y será difícil llevar las infraestructuras necesarias a zonas rurales donde actualmente no existen.

Es importante que tengamos claro que el objetivo es llegar al 2050 con un saldo de emisiones netas 0, eso no significa sólo que no se emita CO2 desde el tubo de escape, significa que todo el ciclo, desde el pozo a la rueda, desde el principio hasta el final, de un saldo neto 0. El vehículo eléctrico no produce emisiones en tubo de escape, pero sí cuando se fabrican las baterías y depende de cómo se genere la electricidad puede ser más contaminante aún, imaginemos esos países, hoy en día muchos, que están utilizando básicamente el carbón. Los ecocombustibles pueden contribuir de manera fundamental a conseguir esos objetivos.

Además, y volviendo al inicio, los ecocombustibles podrían reducir considerablemente nuestra dependencia energética del exterior. La materia prima está aquí y la industria de refino también, pero es imprescindible que desde la UE y desde España se genere una seguridad jurídica para acometer las grandes inversiones necesarias y sobre todo que no se penalicen a unas tecnologías en beneficio de otras. El principio de neutralidad tecnológica es básico y sería imperdonable que no se permita el desarrollo de todo aquello que nos permita lograr los objetivos deseados. El anuncio de la prohibición del motor de combustión para el año 2035, aunque el combustible que use sea perfectamente compatible con los objetivos de descarbonización es una decisión sesgada y probablemente irresponsable.

No dejemos pasar esta oportunidad de desarrollo industrial y de empuje económico para zonas especialmente deprimidas como son las zonas rurales. Hay una ocasión real de pasar de ser meros observadores y sufridores de un mercado que no controlamos, a ser líderes en una tecnología de futuro e imprescindible para la transición energética. Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros y seguiremos con la misma dependencia energética del exterior que desgraciadamente tenemos ahora.

Víctor García Nebreda, secretario general de AEESCAM