Desde el pasado 1 de abril las estaciones de servicio tienen que tener a disposición del público unos carteles, proporcionados por el Ministerio para la Transición Ecológica, donde figuran comparados los costes por cada 100 km de uso de los distintos carburantes o energías que un vehículo pueda utilizar. Esta obligación no es para todas las instalaciones, sólo para las que cumplen ciertos requisitos como tener alguno de estos carburantes o postes de recarga eléctricos.

Como explica el Ministerio, el coste del combustible se obtiene de multiplicar el precio de venta medio en España de cada producto por el consumo homologado (WLTP) de una muestra de modelos de vehículos representativa del mercado español.

No sé qué utilidad puede tener todo esto, aunque tampoco hay que echarle la culpa al Ministerio porque es una exigencia de la normativa europea, pero sí creo que si buscamos una comparativa hay que hacerla completa, es decir hay que dar al consumidor también la oportunidad de saber en qué consiste el precio del combustible que paga.

El cartel informativo que nos ofrece el Ministerio para este trimestre informa de los siguientes precios

Costes precio por KM

Parece fácil sacar conclusiones, pero es conveniente profundizar un poco más.

El precio de 1 litro de gasolina o gasóleo tiene 3 componentes fundamentalmente:
• El precio internacional del producto, no confundir con el precio del barril de petróleo, aunque generalmente vayan parejos.
• Los márgenes comerciales tanto del vendedor mayorista como de la gasolinera, con los cuales tienen que cubrir sus costes de explotación e incluso tratar de obtener beneficios.
• Los impuestos, que son de 2 tipos. Los Impuestos Especiales que suponen 47,26 ctos en la gasolina y 37,9 ctos en el Diésel y el IVA que es el 21%.

Para sacar el precio de venta al público se toma el precio del producto, se le añaden los márgenes comerciales, luego se le suman los impuestos especiales y al resultado se le aplica el 21% de IVA. Efectivamente, también se les aplica el IVA a los impuestos especiales. Esto también pasa con el alcohol y el tabaco.

El año 2019 el Estado recaudó 20.000 millones de euros de impuestos por la venta de gasolina y Diesel, casi el 5% del total de todos los impuestos recaudados. El precio final de 1 litro de gasolina soportó un 53% de impuestos de media y un litro de gasoil un 48%. En el caso de los gases el impuesto especial es prácticamente inexistente, del orden de un 90 % menor y la electricidad lleva un impuesto del 5.11 sobre el término potencia y el consumo de la factura.

Si se eliminaran los hidrocarburos habría que aumentar los impuestos de la electricidad, al menos en la recarga de vehículos, o disminuir el gasto del Estado en la cantidad equivalente. Otra solución sería aumentar el resto de impuestos para equilibrar las cuentas, pero no parece que fuera una decisión justa.

Hay un consenso evidente sobre la necesidad de realizar una transición energética hacia una economía mucho menos contaminante y todos queremos colaborar para conseguirlo, pero parece que la Ley de Cambio Climático aprobada recientemente se ha olvidado de un principio fundamental que es el de la neutralidad tecnológica.

Las inversiones en investigaciones en carburantes sintéticos y biocombustibles de tercera generación son muy importantes, la contaminación que producen es nula y los podrían utilizar los mismos coches que existen en la actualidad. No nos olvidemos tampoco que los humos que salen del tubo de escape no son la única contaminación que se produce, también se contamina al fabricar otros elementos y por supuesto las baterías.

Es una mala decisión que la Ley solamente haya apostado en la práctica por la energía eléctrica para la movilidad, puede que no resulte ser tan eficiente, necesite de unas inversiones en infraestructuras inasumibles en algunos casos y no siempre esté al alcance de todos, además de significar en principio una importante reducción de los ingresos del Estado que habrá que compensar de alguna manera.
Si queremos ser realistas no nos hagamos trampas al solitario.

Artículo de Víctor G. Nebreda, Secretario General de AEESCAM y AEVECAR.