No resulta nada fácil hablar de descarbonización si se tienen intereses en el sector de hidrocarburos. El libro en general, muy bien. Pero los dos capítulos escritos desde el lado de los hidrocarburos no me han gustado.

El capítulo sobre el gas fósil se titula: "el papel del gas en la transición energética". Su contenido apenas habla de transición; es una descripción de la actividad gasista, su regulación, aprovisionamiento, transporte, distribución, comercialización, la importancia histórica del gas en respaldo, en calefacción; utiliza varios mantras repetidos una y otra vez por la industria: que el gas fósil es pieza clave en la transición (coincido en 2020, pero menos en 2030, muy poco en 2040 y NADA en 2050), que sus emisiones son el 40% que otros combustibles (puede ser, comparado con el carbón si solo se miden las emisiones por combustión, pero no lo es comparado con el petróleo ni siquiera con el carbón, si se incluyen las fugas de metano, las emisiones en ciclo de vida, "del pozo a la chimenea"). Cuando habla de los gases renovables (biogases e hidrógeno renovable), que sí serán una alternativa al gas natural fósil, les asigna un papel clave en movilidad, cuando la movilidad deberá ser casi totalmente eléctrica en tierra, pila de combustible en mar y una combinación de electrocombustibles, biocombustibles e hidrógeno en aviación. No hay recurso suficiente y quemarlo en motores de explosión, además, perpetuaría las emisiones nocivas para la salud (NOx y partículas).

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